Heu sentit parlar de la campanya "Queremos aprender en la lengua de Miguel"? No només es aberrant per l'ús partidista que els hereus dels qui empresonaren Miguel Hernández fan de la seua figura, sinó perquè l'empren en contra de la normalització del valencià. L'altre dia vaig comentar la tristor que provocava la campanya, i només vaig rebre insults. Vaig negar-me a respondre, ja que vaig fer veure que no se'm plantejava cap argument racional per poder debatre. Avui, però, he aportat jo els arguments... Ho he fet en castellà amb l'esperança que l'energumen que m'insultava almenys es digne a intentar llegir-ho... Tot i que sé que no n'entendrà ni un borrall...
El valencià, a València, torna a ser camp de batalla. Així de trist... I d'indignant!
(...)
I / El tema de las
lenguas es un tema complejo, puesto que se relaciona con los derechos, los
deberes, las subjetividades, las prioridades personales y, también, con las
identidades: una determinada idea de lo que implica “ser español” o “ser
valenciano”, y las jerarquías inherentes a estas concepciones, determinarán de
manera más o menos consciente las decisiones personales sobre el uso de una
lengua u otra y las actitudes al respecto.
Ahora bien, los
gobiernos (tanto el central como los autonómicos) solo tienen la función de
hacer cumplir las leyes: una determinada ley nunca puede contradecir una ley de
rango superior; todas ellas han de ir encaminadas a asegurar el cumplimento de
los derechos reconocidos en la Constitución y en las leyes orgánicas aprobadas
por las Cortes Generales. Así pues, ¿qué dicen las leyes?
II / La Constitución
establece que la lengua española es la oficial del Estado, y que todos los
españoles tienen el deber de conocerla y el derecho de usarla (cosa que es
coherente con su oficialidad). Además, establece que las demás lenguas
españolas (el valenciano, el gallego o el vasco son igual de españolas que el
castellano o español, recordémoslo, lo dice la Constitución) serán también
oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos
y, además, serán objeto de especial respeto y protección.
Así, el Estatuto
de Autonomía valenciano establece en su artículo seis que el idioma valenciano
es el oficial en la Comunidad Valenciana, AL IGUAL que lo es el castellano, que
es el idioma oficial del Estado. Ahora bien, al contrario que establece la Constitución
respecto al castellano, no se habla del deber de conocerlo, sino que se
establece que “todos tienen el derecho a conocerlos y a usarlos y a recibir la
enseñanza del, y en, idioma valenciano”.
III / Antes de
seguir, surgen determinadas dudas que merecen ser aclaradas. En primer lugar,
el concepto de cooficialidad: implica igualdad entre ambas lenguas, según se
establece en la propia ley orgánica. En las comunidades autónomas con lengua
propia (concepto un poco difuso que, personalmente, no me gusta nada), ésta es
oficial junto con el castellano: no hay una lengua “oficial” y otra “cooficial”,
sino que ambas son cooficiales, porque están la una junto a la otra (que, por
otro lado, es el significado del prefijo co-).
Por otro lado, si
el valenciano es oficial igual que el castellano, ¿no se debiera sobreentender
que está implícito el deber de conocerlo (no digo de usarlo, sino de
conocerlo)? ¿Cómo puede un ciudadano/a de la Comunidad Valenciana ejercer el
derecho a usar el valenciano si sus demás conciudadanos/as no lo conocen?
De hecho, el
propio Estatuto de Autonomía determina que la Generalitat debe garantizar el
uso normal y oficial de las dos lenguas y asegurar las medias necesarias para
su conocimiento (porque sin éste, no puede ejercerse el derecho a usarlo) y que
nadie podrá ser discriminado por razón de su lengua.
IV / Así pues,
para que yo pueda ejercer mi derecho a usar el valenciano y tú puedas ejercer
tu derecho a usar el castellano, ambos tenemos que conocer ambas lenguas, porque
de lo contrario solo PODREMOS, EN TEORÍA, usar la que conozcamos los dos, y se
sobreentiende que es el castellano.
Traducido de otro
modo: la voluntad de no conocer el valenciano sobreentiende que se estará
dispuesto a renunciar al derecho a usarlo en el contexto en qué esta voluntad
esté presente. ¿Es esto justo? Según la ley orgánica, no, porque nadie puede
ser discriminado por razón de su lengua. Así pues, quien decidiere no conocer
el valenciano por voluntad propia, tendría que aceptar las consecuencias de esta
voluntad para sí, y no para con los demás. Es decir, que cuando se encontrara en
una situación (conferencia, misa, curso, visionado de película, etc.) en la que
sus conciudadanos ejercieran su derecho de usar el valenciano, tendría que
aceptar las consecuencias de su decisión y no exigir que los otros renunciaran
al ejercicio de los derechos que les otorga y reconoce la ley en base a su no
conocimiento.
Algo parecido pasa
con el requisito del valenciano para acceder a la Administración: mi derecho a
usar el valenciano en el contexto administrativo no puede supeditarse a la
voluntad de la persona que me atiende de conocerlo o no.
Así pues, podemos
concluir que la mejor manera de garantizar el ejercicio de los derechos y la
libre elección de lengua es asegurarse que todos y todas conozcamos ambas
lenguas oficiales. Solo así cada uno podrá usar la que prefiera según sus
intereses, gustos, preferencias y sentimientos. Por eso, según el Estatuto de Autonomía,
la “Generalitat adoptará las medidas necesarias para asegurar su conocimiento”.
V / Y aquí viene
el conflicto con la ley de plurilingüismo, la cual, recordémoslo, no impone la
inmersión en áreas castellanohablantes como Orihuela que, pese a ser de dominio
lingüístico castellano, pertenecen a la Comunidad Valenciana. Así pues, en
ellas está vigente el mismo Estatuto de Autonomía que en Alzira o Xàtiva, es
decir, que el valenciano es igualmente oficial. Así mismo, los ciudadanos y
ciudadanos de Villena, Orihuela o Elda tienen los mismos derechos que los
demás.
Como decíamos,
recordemos que la ley no “impone” la inmersión, sino que establece, con el fin
de asegurarse el conocimiento del valenciano por parte de todo el alumnado, un
25% de presencia curricular de esta lengua. ¿De verdad resulta descabellado, un
ataque, una “imposición”? ¿Por qué el valenciano, que es lengua oficial, es “imposición”
y no lo son las matemáticas o las ciencias? ¿Cómo pueden ejercer los y las habitantes
de ciudades como Orihuela su derecho a conocer el valenciano sin este porcentaje
exiguo que, recordémoslo, solo se traduce en qué una asignatura se imparta en
dicha lengua, a parte de la asignatura de idioma valenciano?
VI / En la
campaña orquestada contra la ley de plurilingüismo se olvida un hecho importante:
que hay jurisprudencia. Efectivamente, según la sentencia 5201/2020 del Tribunal
Superior de Justicia de Cataluña, en relación a las demandas en contra de la
inmersión lingüística por parte de familias catalanas, dice que:
*La sentencia núm.
87/83 del Tribunal Constitucional ha establecido ya que la existencia de
diversas lenguas oficiales impone un régimen de conjunción lingüística en la
enseñanza, lo que significa que todas han de tener un uso vehicular normal en
el sistema educativo.
*Que este régimen
de conjunción no responde a un derecho subjetivo de los alumnos, sino que es
consecuencia de la misma oficialidad de la lengua. Condición ésta que impone
necesariamente su uso vehicular (STC 337/94 i 37/10).
¿Hemos de entender
que lo que es aplicable al castellano no es aplicable al valenciano? En términos
legales, ha quedado demostrado que no.
VII / Es Estatuto de Autonomía establece que se delimitarán por ley los territorios en los que predomine el uso de una y otra lengua: es totalmente coherente y necesario para establecer los criterios de una política lingüística. También que determinará los que puedan ser exceptuados de la enseñanza y del uso de la lengua propia de la Comunidad Valenciana (art. 6). ¿Se puede exceptuar el uso de una lengua oficial en todo el territorio en una parte de él? ¿En base a qué? ¿Hemos de suponer la no movilidad de la gente? Este artículo fue impuesto por cierto ámbito político, pero contradice de manera evidente todos los artículos relacionados con el ejercicio de los derechos y también, recordémoslo, las sentencias del propio Tribunal Constitucional.
VIII / En conclusión, si la Administración no se asegurara del conocimiento de ambas lenguas oficiales por parte de toda la ciudadanía que vive en la Comunidad Valenciana estaría vulnerando los derechos tanto de castellanohablantes como de valencianohablantes. En efecto, pese a las diferencias políticas que hubiéramos podido tener con los promotores de la ley de plurilingüismo, no podemos negar lo evidente: “detrás de cualquier actuación siempre hay un proyecto político. Cuando se fomenta que todo el alumnado pueda dominar dos lenguas y una o dos extranjeras hay un proyecto político que nos pone en situación de igualdad a todos”, afirmaba Jaume Fullana hace unos años en la prensa.
IX / Porque lo que busca la campaña “Queremos aprender en la lengua de Miguel” es justamente mantener la situación de desigualdad en que vivimos los valencianohablantes. Decir que en la Comunidad Valenciana “se impone” el valenciano resulta risible: los valencianohablantes no podemos ejercer nuestros derechos lingüísticos en la mayoría de ámbitos, y en los pocos en que hay cierta normalización lingüística dependemos de la voluntad de la persona que tenemos delante que nos dará a entender y nos recordará, en caso de que nos neguemos a cambiar la lengua en base a su “desconocimiento”, que somos unos “maleducados”. Los promotores de la campaña quieren imponer su derecho a NO aprender: en otras palabras, quieren imponer su derecho subjetivo a todos sus conciudadanos, que no tienen por qué compartir esa postura.
De una manera similar, ¿podríamos compartir el derecho subjetivo de evangélicos, católicos y testigos de Jehová a NO aprender ciencias porque contradicen sus creencias? ¿O el derecho subjetivo de una persona de origen africano a NO aprender historia en base a su enfoque eurocéntrico? Creo que, sin quererlo, estamos abriendo un berenjenal en el que no es grato meterse.
X / Por último, quisiera mencionar la referencia que hacen muchas noticias sobre la campaña al hecho de que “se enseña catalán” en lugar de valenciano. Este debate es estéril: no solo porque se usa la normativa que dictamina un organismo, la AVL, avalado por el propio Estatuto de Autonomía (ley orgánica), sino que el hecho de considerar el valenciano como una lengua “diferente y diferenciada” del catalán contradice a toda la romanística internacional. Personalmente, pienso debe existir un subestándar lingüístico que acepte las variedades valencianas, las promueva y las ponga en valor, y que la lengua estándar basada en el dialecto del catalán central es artificiosa y alejada de la manera en que se habla el catalán en Valencia. Pero justamente la labor de la AVL consiste en poner las bases de este subestándar, de manera que se acerque lo más posible al valenciano habitual de las calles sin alejarse demasiado del estándar basado en el dialecto central. Porque, ¿no están las lenguas para comunicarse? ¿Por qué nos tendríamos que empeñar en marcar al máximo las diferencias respecto aquél?
Claro, para muchos las lenguas son señas de identidad solo si esto implica romper todo vínculo del valenciano con el catalán, y que lo contrario es visto como una “traición” a nuestra valencianía… Pero claro, si alguien apela a la identidad para ejercer su derecho a usar el valenciano, entonces los mismos nos recuerdan que las lenguas están para comunicarse. En resumen: la campaña solo no dice que el castellano, siempre; y el valenciano, en casa. Y en ella está subyacente no un marco legal que posibilita el ejercicio de unos derechos reconocidos en la Constitución y en los Estatutos de Autonomía, sino una determinada idea de España que dista mucho de aceptar su diversidad.
XI / Por eso duele tanto que se use el nombre de Miguel Hernández en la campaña. Los que la orquestan aborrecen tanto el legado del poeta como el idioma valenciano. ¿Qué no? Solo habría que recordar que el Ayuntamiento de Elche, gobernado por el Partido Popular en 2013, revocó un acuerdo tomado por la anterior corporación municipal del PSPV que había acordado mantener el legado del poeta (manuscritos, objetos, cartas…). La consecuencia fure que el legado de Hernández acabó en Jaén, ya que la Diputación de esa provincia lo adquirió por 3 millones de euros. (¡Buscad en prensa si no lo creéis!)
Y ahora, ¿hemos de creer que es su amor al poeta el que les mueve a reivindicar con ese énfasis sus derechos… subjetivos?
XII /
«Para cantar, Valencia, tu hermosura,
no empuño el arpa de oro
que Apolo toca con experta mano,
sino el guitarro moro
del trovador huertano.
El árabe instrumento,
que al dejarlo como un ave en el nido,
del arbusto pulido
donde lo hallé, sobre la florescencia,
oigo que dice con dulzón acento,
al rozar su cordaje el limpio viento:
¡Salve! ¡Salve, Valencia! ... »
Miguel Hernández era valenciano y amaba Valencia. Y como tal, conocía (aunque no usara) el valenciano, como demuestran las influencias que los clásicos valencianos tuvieron en su obra y las afinidades con poetas coetáneos que escribían su obra en valenciano. Pero para saber eso, hay que haberlo leído y estudiado…
No podía ser de otra manera: conocer lenguas abre puertas a la comunicación, a los otros y al arte. Como maestro, me indigna que unos hagan campaña para evitar que los niños y las niñas de Orihuela puedan disfrutar, también, de la lectura de clásicos como Estellés, Llorente, Martorell o Corella, además de Hernández, Cervantes o Lorca.
¡Qué triste!
(Por cierto, el que esto escribe ha estudiado toda la vida en valenciano con asignaturas en castellano —dentro del antiguo PIP—. Y tiene orígenes familiares en Guadix, Manzanares y Valencia).
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