L'herba és mortal. Els hòmens són mortals. Els hòmens són herba.(Bateson)

8 de novembre del 2025

Estímuls de baixa intensitat

 

Panorama: de la gorja d'Anyísclo al Sestrales Alto, presidit per
les Tres Sorores (Mont Perdut) i les Tres Maries.

I

«La cuestión a determinar, entonces, es en qué medida esta popularización del sentimiento de la naturaleza puede convertirse en una herramienta de transformación social en clave ecológica o, por el contrario, representa una evasión narcisista que permite sobrellevar la desilusión cotidiana en un mundo sin alicientes».

(...)

«Sería absurdo negar la dimensión emocional de este tipo de arrebatos topofílicos, pero nos engañaríamos si no admitiéramos que la contemplación de ese "espectáculo" supone un placer absolutamente automplaciente y ensimismado. Que el mundo, o la tierra, no recibe nada en este trato y que a nosotros lo que realmente nos atrae no es tanto aquello que tenemos delante sino la reacción que en nuestro interior provoca. Tal y como reconocía Nan Shepherd tras muchos años de apasionado romance con la meseta de los Cairngorms, "no me interesaban las montañas como tales, sino los efectos que  causaban en mí". Ella misma, citando a John Muir —otro gran clásico del pensamiento salvaje—, afirmaba que subir a las montañas era, a fin de cuentas, entrar en uno mismo. Aquí, las similitudes con el voyerismo son claras. No solo por lo distante, pasivo, mental y estrictamente visual de este tipo de placer, sino también por el hecho de que tiende a satisfacerse de forma aislada y solitaria. Un peculiar amor platónico con el mundo que no implica ningún roce con este y en el que nuestro cuerpo está completamente ausente. Sin abandonar del todo el ámbito de lo contemplativo, otra forma ciertamente un poco más activa de acercarse al territorio es aquella que recurre al clásico y noble arte del paseo». 

(...)

«La idea de volver a la tierra debería ir más allá del mero hecho de frecuentar o instalarse en un entorno rural o "natural". Si en ella no está implícito el hecho de vivir en buena medida de los recursos que dicho lugar ofrece, puede ser una opción tan digna como cualquier otra, pero deberíamos abstenernos de reivindicarla como un verdadero reencuentro con la tierra.

En cualquier caso, no parece que sean muchos los que hoy en día se tomen en serio la idea de dejarlo todo para emprender el viaje de regreso al vientre de la madre naturaleza. La mayoría se conforma con breves incursiones de fin de semana y con experimentar puntualmente algún momento de goce estético paisajístico. Con ello tienen más que suficiente... o tal vez no.

Es cierto que el confinamiento masivo de la población en entornos urbanos y la progresiva desconexión de la actual ciudadanía rural respecto a las actividades agrarias explica la generalización de este acercamiento contemplativo a la tierra. Sin duda, es así como habitualmente nos relacionamos con el territorio, pero de forma quizás un tanto inadvertida, su poder de evocación está perdiendo eficacia. Por supuesto, seguimos conmoviéndonos (o fingiendo que nos conmovemos) ante determinados paisajes. Sin embargo, acostumbrados como estamos a vivir permanentemente agitados bajo un continuo bombardeo de estímulos, el placer que obtenemos al situarnos ante un fragmento de corteza terrestre se desvanece casi al instante. La filia paisajística entraña una actitud de cierta calma que no acaba de satisfacer a quien necesita un torrente caudaloso de nuevas sensaciones para sentirse colmado. Por otro lado, el conjunto de imágenes, sonidos, texturas y olores que conforma la experiencia de contemplar un paisaje resulta demasiado sutil para alguien que tan solo reaccionaría ante un grado de intensidad mucho más elevado. Por expresarlo en otros términos, si el sabor de una manzana o una naranja suponían una auténtica sacudida para las papilas gustativas de nuestros antepasados, ahora necesitamos recurrir al "sabor barbacoa" o al café expresso para sentir algo similar. En este sentido, parece que toda esta masa de visitantes que desembarca en el medio rural está perdiendo la capacidad de extasiarse con la mera admiración de los encantos fisonómicos del lugar.»

(...)

«Bien podríamos aceptar que la noción de locus amoenus como lugar idóneo para los encuentros sexuales que escapan a la normatividad hegemónica sigue vigente, por ejemplo, en los "paisajes" del cruising, pero, en general, esta connotación erótica brilla por su ausencia en el relato contemporáneo de la vuelta al campo o de la huida hacia la naturaleza. Cuestión que no deja de ser paradójica, pues las referencias y los estímulos que apelan a la sexualidad empapan toda nuestra experiencia diaria. Tal vez, la razón por la que nadie espere que el reencuentro con la tierra le ofrezca la posibilidad de explorar y expandir su sexualidad radique en que al campo o a la naturaleza solemos pedirle todo aquello que nuestra cotidianidad nos niega. En ese espacio-otro esperamos hallar lo que no suele estar a nuestro alcance y, en este sentido, el sexo no cumple, precisamente, esa premisa».

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«Con la progresiva deportivización, sin embargo, los sentimientos movilizados por este contacto directo con la tierra se van transformando en meras sensaciones. Despojada de aquella capacidad para esculpir la formación moral e intelectual de la persona, la tierra se convierte en un patio de recreo donde la construcción de identidades e imaginarios colectivos deriva hacia el mero entretenimiento».

«Sin embargo, es indiscutible que la extraordinaria popularización de los deportes de montaña es un fenómeno estrictamente contemporáneo. Las causas que lo explican parecen estar relacionadas con el privilegio de contar con mucho tiempo libre, la entronización del deporte como referente moral o la necesidad sobrevenida de reconectar con la naturaleza, pero no debería desdeñarse el hecho de que este acercamiento deportivo a la montaña se puede y se suele realizar de forma individual. El jogging, el surf, el ciclismo, la natación, el fitness, el skateboard, la escalada en bloque o de rocódromo, así como el trailrunning, no solo ahorran al deportista la engorrosa necesidad de tener que juntarse y organizarse con otros practicantes, sino que encajan a la perfección con la lógica hegemónica de un individualismo radical basado en la autosuperación permanente y en el imperativo de competir contra uno mismo como única estrategia de supervivencia en un contexto social en que los demás son cocebidos exclusivamente como rivales potenciales. La deportivización es tan solo una de las posibles derivas que desvirtúan el sentido original de aquella exhortación a reemocionar la forma en que nos relacionamos con la tierra. Una vez más, los hechos se empeñan en demostrar que las grandes ideas no acostumbran a soportar el mínimo roce con la realidad. En este caso, no debería sorprender a nadie que, si el campo, el bosque o las montañas son percibidos mayoritariamente como lugares de ocio y esparcimiento, el giro afectivo que supuestamente sentaría las bases de un proceso generalizado de transformación en clave ecosocial desemboque en un consumo de experiencias placenteras que, lejos de cuestionarla o erosionarla, refuerzan la percepción del territorio como algo ajeno y hasta cierto punto prescindible. Ante tal situación, ciertos enclaves del mundo rural son debidamente acondicionados con el fin de ofrecer al visitante una serie de ofertas que respondan satisfactoriamente a su búsqueda compulsiva de sensaciones reconfortantes. Reducidos a una condición de mero escenario, en los casos más extremos pueden incluso dejar de ser lugares donde se consumen momentos y situaciones extraordinarias para convertirse, directamente, en lugares que se consumen. De este modo, al devenir una mercancía, el territorio es concebido y gestionado simultáneamente como una empresa, un producto y una marca, reproduciendo una lógica muy extendida en los ámbitos urbanos».


II

No m'he pogut estar de copiar alguns fragments de Geografías de la ingravidez, de Marc Badal. Fan evident que aquest llibre m'ha fet pensar llargament sobre la meua afició/necessitat d'escapar a la muntanya: per què faig el que faig i on ho faig. Tot i que ja fa temps que, per culpa d'estudis i lectures, vaig posar en quarantena el concepte de «natura», i que, tot i que minsa, l'aproximació a la geografia rural que he fet al grau que curse m'ha portat a desmitificar el món rural i a aproximar-m'hi des de vessants diferents allunyats de clixés, no puc separar els meus hàbits de cert grau de diletantisme, de cerca del gaudi «estètic» o de moments per a la introspecció. 

Ara bé, crec que els meus costums relacionats amb caminar venen de molt enrere (de l'adolescència) i no només se circumscriuen a la muntanya, sinó que també a llocs tan diferents a un paisatge «natural» com puguen ser les pedanies de València, que vaig recórrer durant la pandèmia, la Via Xurra o el passeig marítim de Cullera un dia d'hivern (que és quan no està ocupat per la massa d'estiuejants): allò que em passa pel cap i pel cor és similar en descobrir una cebera mig derringlada al Forn d'Alcedo, una construcció de pedra en sec enmig d'un paisatge del Maestrat o la panoràmica del Cañón de Añisclo després d'haver ascendit el Sestrales. Potser varia el grau d'intensitat. Tampoc m'hi he sumat a la tendència d'acumular sensacions: he defugit activitats com els trailrunnings organitzats o els esports de risc. A més, crec que l'interés per certs territoris es fa evident en aquest blog que, malgrat tot, no inclou aquells llocs que sovintege més a sovint: la Partida de Dalt i la Devesa. L'interés per conèixer m'ha portat a sovintejar alguns indrets, com la Calderona, el Maestrat, els Ports o les muntanyes d'Alacant. També el Pirineu, Montserrat o els Ports de Tortosa. De fet, puc dir que em faria més goig ascendir els Astazus que el Montblanc, o que res em faria més feliç que trepitjar la cúspide del Mont Perdut o dels Besiberris. En efecte, crec que el Montblanc s'ha convertit en una muntanya-producte o muntanya-marca, el que ofereix es relaciona més amb el poder afirmar que hi has estat que no en l'estada mateixa, cosa que s'allunya del que realment busque. Aquelles altres muntanyes, en canvi, es relacionen amb vivències que hi he tingut, persones amb qui hi he estat o, fins i tot, en la meua pròpia història. I allà no trobe la munió de gent que, buscant una suposada vivència inigualable, acaben per matar els estímuls de baixa intensitat que el bombardeig diari eclipsen constantment.

Efectivament, hi ha unes paraules de Badal que m'han tocat especialment la fibra, i són les que anomenen la pèrdua de la capacitat de meravellar-nos davant dels estímuls més subtils. Crec que, al contrari, caminar permet d'aprendre a afinar més els sentits, i a percebre coses que abans et passaven desapercebudes. I aquestes coses no cal anar a buscar-les massa lluny! Crec també que la meua tendència a escapar-me a un lloc fora de ciutat (de vegades, no tan allunyat d'aquesta) i caminar té a veure amb la meua pròpia faena: com a mestre, estic sotmés durant hores i hores al dia a una quantitat ingent d'estímuls que amb els anys he anat aprenent a discriminar, ignorar o, fins i tot, minvar a través de la meua pràctica docent i allò que exigisc a alumnes i companys. Entre aquets estímuls no només hi ha sorolls, evidències de problemàtiques personals i d'aprenentatge o demandes dels infants, sinó també les imbecil·litats més supines que hom puga imaginar. I una manera de contrarestar aquest bombardeig constant és caminar, conéixer i pensar. 

Potser per això he hagut d'aprendre a estar sol, amb pocs estímuls, per no sucumbir. Puc tenir la televisió desendollada durant mesos i mesos: no la necessite. No vol dir que reste aïllat durant tot el dia: Internet i el mòbil també absorbeixen la meua atenció en molts moments, però només quan jo ho decidisc. La faena, la ciutat tendeixen a matar quelcom que, en contrapartida, he aprés a valorar moltíssim: el silenci. I amb aquest mot no només vull evocar el estar-se a la natura, a un monestir o a un parc solitari, sinó també la capacitat de no fer res, de badar i gaudir del temps tot deixant que els pensaments ragen i se situen on els vull tenir.

Justament de tot això parlava un article que llegí fa uns dies: «Silencio», publicat per Elia Barceló a eldiario.es. Vos en deixe, també, alguns fragments:

«El silencio, que siempre fue el origen de todo pensamiento, está desapareciendo. Da la impresión de que cada vez hay más gente que no sabe, que no puede y no quiere estar en silencio, a solas consigo mismo, con su mente, con su imaginación; que necesita llenar su vida de ruido, del tipo que sea.»

(...)

«Estamos destruyendo el silencio y la consecuencia es que estamos destruyendo el pensamiento, porque solo se puede pensar realmente bien cuando no hay ruido que te distraiga, y , sobre todo, cuando tienes un poco de tiempo para volver tu mente hacia el interior, hacia ti mismo y reflexionar sobre tu circunstancia. No solo sobre tus problemas momentáneos y cómo solucionarlos, sino simplemente sobre ti, quién eres, qué quieres, qué te gustaría cambiar, en qué has mejorado, qué has aprendido, qué te gustaría aprender aún, qué no sabes de ti mismo.

Si no eres capaz de hacer esto, no eres capaz de estar solo. Te sientes vacío en cuanto desaparece el ruido que te rodea y necesitas llenar el silencio cuanto antes, con lo que sea. Ese llenar el silencio te atonta, te aísla, te encierra cada vez más y acabas dependiendo de tu móvil como de una tabla de salvación porque el mundo de verdad te aburre o te plantea problemas que no comprendes o no te ves capaz de solucionar.»

(...)

«Es algo que me parece estupendo pero, a la vez, curioso porque se trata de una cosa que estaría al alcance de todo el mundo sin tener que gastarse un céntimo y, sin embargo, da la sensación de que, como es una necesidad que existe y por tanto se puede capitalizar, el placer del silencio y el derecho a él se convierten en un producto. De ese modo, si lo pagas, lo aprecias más, y lo haces. No caes en la tentación de mirar “solo una vez” el móvil a ver si alguien te ha mandado un mensaje, o de ponerte un rato un podcast mientras esperas la hora de cenar. Has pagado por el silencio y por eso vale más que si lo decidieras tú mismo en tu casa o en un parque o donde haya suficiente ausencia de ruido: un museo de esos poco visitados, una iglesia que no sea particularmente turística, una playa, un bosque… unas calles apartadas al caer la tarde… el mundo está lleno de sitios que el silencio hace casi mágicos, donde de repente se oyen las gotas de agua caer de las hojas de los árboles tras un chaparrón, el crujido de la nieve bajo tus pisadas, tu misma respiración, el frote de la ropa, las voces de los pájaros, las ramas cimbreándose en la brisa… esos sonidos reales, naturales que mucha gente hace tiempo que no ha oído porque nunca les ha prestado atención y, realzados por el silencio, se convierten en algo magnífico.

Necesitamos más silencio para que no nos roben la capacidad de pensar, de sentir, de imaginar y luego poder comunicarnos con otras personas que también se han llenado de su propio pensamiento dentro de su propio silencio y, de pronto, tienen algo más que compartir.»

Al capdavall, pense que ser mestre és incompatible amb perdre la capacitat de meravellar-se. Per això cal cuidar-la igual com cuidaríem el bé material més preuat. 


III

Cañón de Añisclo i Sestrales (a la dreta) des del mirador de Vió (2023)

Fa un parell d'anys, passejant per la vall de Vió, al Sobrarb, vaig arribar al mirador on es contempla el Cañón de Añisclo: em van entrar unes ganes immenses d'ascendir-lo! I aquesta tardor ha arribat el moment. Ara, en lloc d'ascendir la gorja, vaig optar per una ruta que ascendia primer als Sestrales per, després de recórrer les comes i prats careners fins pràcticament el límit amb la vall de Pineta, descendir per la gorja fins a la capella de sant Urbici i, des d'allà, de nou al pont romànic i l'aparcament que hi ha a la vora. A la imatge pot apreciar-se la duresa de la pujada: des del llit del riu Bellós, es pugen els més de mil quatre-cents metres de desnivell que hi ha fins el cim en poc més de set quilòmetres. Però paga moltíssim la pena. Al cim, lluny d'una «natura» verge idealitzada, hom pot comprovar com la riquesa biològica del parc nacional i la subsistència dels habitants del lloc han estat interdependents durant segles, potser mil·lennis: la riquesa botànica i la presència de moltes espècies d'aus no pot deslligar-se de l'activitat humana, especialment de la ramaderia extensiva. Per això, vora a tres mil metres d'altitud, hom pot contemplar àguiles i tritons pirenaics, però també ramats d'ovelles que pasturen tranquil·les mentre et miren de reüll! Malgrat que es puga pensar el contrari, cap racó del Pirineu és «verge» ni pot deslligar-se de tots aquells que l'han habitat, l'habiten i l'habitaran.

Com deia fa uns anys a propòsit de la Calderona, s'hi està rodejat de cultura: no només de ramats i pastors, també de refugis, de topònims que marquen i fan nostres cada racó i de llegendes que es relacionen amb les nostres pors i els nostres anhels més remots.

Pont de sant Urbici
Encara és de nit!
Primers faigs centenaris
Parets dels Sestrales
El sol, llepant les valls a poc a poc
Bosc atapeït
Pi centenari al primer coll de la ruta
La tardor es fa notar
Primeres vistes a la gorja
Coll de les Portes: vistes a la Penya Muntanyesa
i la vall del Cinca
Senda totalment aèria! Amb el temps, he perdut
la vergonya i també el vertigen!
Per una canal, a la carena
Al Sestrales Baix, amb les Tres Sorores al fons
Les Tres Maries: Zunca Punchuda, Zunca Roncha
i Zunca Plana
Les Tres Sorores: Cilindre de Marborés, Mont Perdut
i Anyisclo o Soum de Ramond, amb la Punta de las Olas.
Un d'aquests pics és l'Aneto.
Sestrales Baix, des de l'Alt
Al Sestrales Alt
Núvols d'evolució diürna: vas observant amb les
hores com es van formant.
Taques tardorals.
Castell Major, entre grocs
I les vaques, m'havia oblidat de les vaques!
Baixant a la gorja
Creuant el Bellós
Teix centenari de la Mirona
D'allà vinc jo!
Ermita de sant Urbici
De nou al pont.