I arribà el dia en què em vaig programar l'ascensió al Garmo Negro: el primer tres mil del Pirineu que he pujat sol! La ruta incloïa l'ascensió als Inferns, però anunciava pluges i no vaig voler arriscar-me: vaig fer bé, perquè als pocs minuts d'arribar a l'hotel, es va desencadenar una forta tempesta per totes les valls, de Panticosa a Osca.
II
Què comentar de l'experiència? Millor que parlar jo, cite novament un llibre que he tornat a fullejar aquests dies. Potser em repetisca, però allà va!
En un mundo donde los espacios estandarizados se multiplican, los espacios salvajes constituyen una reserva singular
de experiencias a pesar de —y a causa de— su carácter marginal ante una vida
cotidiana donde los artificios y las máquinas juegan un rol predominante. En un
océano tecnológico de contactos permanentes pero fugaces, la montaña se erige
como una presencia solitaria propicia al regreso y la aventura. Sin embargo, es
imposible conciliar, sin contradicciones ni resultados nefastos, lo salvaje y
la presencia de las masas.
El auténtico
espacio de montaña no es un sueño climatizado. El medio ambiente, hecho de
superficies abruptas, que exigen esfuerzos, contrasta con el medio que
prolifera en la tecnología y en las pantallas. La exigencia física de lo real
es inevitable. El compromiso psicocorporal, fundado sobre el movimiento
asociado del cuerpo y del espíritu, tiene allí un significado concreto. La montaña
es un espacio de experiencias alternativas a la vida urbana donde las organizaciones
y las señales de tráfico enmarcan nuestras prácticas y ocupan nuestra vida
mental. Cuanto más salvaje es la naturaleza, más intensas son las experiencias
de ruptura e iniciación, que permiten el desarrollo de saberes y competencias
que se adhieren al alma y al cuerpo: leer un paisaje, adivinar un cambio del
clima, anticipar un peligro, sobreponerse al miedo, instalar correctamente un
vivac, percibir la presencia de un animal y, en ocasiones, ver la muerte de
cerca. Semejantes capacidades, arcaicas pero fundamentales, se vislumbran en
prácticas adivinatorias frente al curso cotidiano de las cosas, en el país de
los gadgets y los supermercados. Rara vez requeridas en el seno de un universo
de aire acondicionado, etas facultades se vuelven tesoros. Todas sirven para
ampliar los horizontes de la conciencia. Abren u vasto dominio de la
existencia, contribuyen a estructurar la experiencia sensible de la realidad,
dando un sentido agudo de la observación, del peligro, del compromiso y del
riesgo.
Me gustaría poder
decir que la solidaridad en las alturas cuenta más que la competencia, pero no
soy tan ingenuo como para decir tal cosa. ¿Seremos capaces de preservar las montañas
de los asaltos que pretenden instalar, cada vez a mayor altura, terrenos de juego
que las transforman en circos patrocinados para los adeptos a las competiciones
de alto riesgo?
La montaña
encarna todo lo contrario: es física, reflexiva y lenta. Discreta, sensorial,
paciente y dura. El itinerario para subir exige ligereza. Para ello hay que
dejar lo accesorio, evitar estorbos materiales y criterios procedentes de
abajo, de quienes quieren aguar l experiencia de remontar las alturas.
Sobre todo, la
meta es el contacto con la montaña, intensamente poética, indiferente, silenciosa,
ascética incluso nen la intensidad del placer que ofrece. La montaña del
esfuerzo y del goce se sitúa en las antípodas del universo sintético. El
espacio virtual inmoviliza los cuerpos y captura la atención. Hay que abandonar
ese universo manufacturado para experimentar, sentir y pensar el mundo.
Los espacios de
montaña, de media y alta montaña, no tienen ninguna necesidad de ser transformados
sistemáticamente en parques temáticos donde las señales sean tan regulares que
su ausencia pueda provocar una mezcla de ansiedad y contrariedad. Explorar, experimentar,
aprender, confrontar la teoría con la práctica, la técnica al terreno, el
testimonio a la vivencia, volverse autónomo en grupo o en solitario.
Lo que la montaña
ofrece, lo ofrece de manera sencilla. Esta sencillez es una garantía de
eternidad. Preservar los espacios de montaña de los artificios que los
transforman en zonas de juegos comercializados es una estrategia realista a
medio plazo. Las montañas, como los océanos, encarnan el mundo tal como nos fue
dado. Un mundo común, no sometido al control del hombre, que puede, arriba o
abajo, encontrar su integridad caminando al margen de construcciones humanas,
demasiado humanas.
RODOPHE CHRISTIN, El mundo en venta. Crítica de la sinrazón turística.
III
Les pors de Christin, però, es van materialitzant: cert és, com diu, que l'alta muntanya no té necessitat de convertir-se en un parc temàtic, però també que hi ha certs individus que sí que hi estan interessats. Em venia al cap mentre copiava el fragment el panorama que ofereix l'Everest o ja, fins i tot, el K2: fa dos dies, una notícia obria un debat que es produeix pel fet que l'alta muntanya, a l'Himàlaia, s'està convertint en un producte turístic, i desenes de persones (els sherpes) en mers engranatges deshumanitzats que només serveixen per a assolir la voluntat dels qui compren aquest productes per mer caprici.
Per sort, al Pirineu, si bé alguns cims es massifiquen, encara no ha arribat res d'això i la gent que hi trobes sol ser cordial, amable i disposta a ajudar si cal: l'alta muntanya no admet la imbecil·litat!
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L'alta muntanya exigeix matinejar! |
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Cascades de l'Argualas |
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Font de la Llacuna |
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Banys de Panticosa |
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Hi ha més que no una flor! |
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A la dreta queden l'Argualas, el Garmo Negro i el Pondielos |
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Quan el bosc desapareix, entrem en el reialme de la neu! |
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Vistes durant una bona estona... |
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La foto és borrosa, però... Mal bitxo! |
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Tartera... Uf! |
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L'Argualas ja a un tir de pedra |
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Els Inferns des del cim |
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Amb Monte Perdido al darrere |
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I ara amb els Inferns! |
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Pirineu axial... |
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Sobresurt el Monte Perdido |
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El Taillon, al fons a la dreta |
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Aneto i Maladeta emboirats |
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Cims de Catalunya |
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Monte Perdido |
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Taillón |
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Descens |
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Croac! |
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De nou, les cascades |
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