L'herba és mortal. Els hòmens són mortals. Els hòmens són herba.(Bateson)

21 d’abril del 2022

La A es de andr0mina...

 ...que fue engullido por la ventisca.


I

«En una palabra: allí arriba, Hans Castorp se mostraba muy valiente... si por valor ante la fuerza de los elementos entendemos no un arrojo inconsciente en su relación con ellos, sino una devoción plenamente consciente y un dominio del terror a la muerte motivado por la simaptía hacia ellos.

¿Simpatía? En efecto. El débil pecho de hombre civilizado de Hans Castorp albergaba una profunda simpatía hacia los elementos y este sentimiento, a su vez, guardaba una estrecha relación con aquel nuevo concepto de dignidad que había surgido en su interior a la vista de los frívolos turistas que aprovechaban la nieve para retozar por ahí con sus trineos, el cual había despertado en él el deseo de buscar una soledad mayor, más profunda y menos confortable que la de su terraza del sanatorio».

II

«Y si se podía hablar de simpatía hacia el estado salvaje de la naturaleza invernal por parte de Hans Castorp, era porque, a pesar de su devoto terror, sentía que aquell paisaje era el entorno más adecuado para madurar sus complejos entramados de ideas, que aquél era el lugar indicado para alguien que, sin saber bien cómo, se veía agobiado por el peso de "gobernar" pensamientos.»

III

«Se le echó encima una tormenta de nieve que tanto tiempo llevaba amenazando, si es que puede hablarse de "amenaza" para referir-se a los elementos ciegos y desconocedores de la naturaleza humana que, de por sí, no tienen intención alguna de aniquilarnos (lo cual, con todo, o deja de ser un consuelo), pues les es terriblemente indiferente lo que se llevan por delante.

"¡Bueno! —pensó Hans Castorp, y se detuvo cuando el primer golpe de viento levantó un espeso torbellino de nieve que llegó hasta él—. ¡Menudo viento! ¡Te hiela hasta la médula!"

Y, en efecto, era un viento abominable: para empezar, hacía patente el espantoso frío que reinaba —unos veinte grados bajo cero—, únicamente soportables cuando el aire estaba desprovisto de humedad y en la calma, como era habitual; sin embargo, en cuanto el viento lo agitaba, aquel frío cortaba la carne como un chuchillo, y cuando soplaba como lo estaba haciendo —pues aquel primer latigazo de viento sobre la nieve no había sido más que un preámbulo— ni siete abrigos de piel hubieran bastado para proteger los huesos de un mortal escalofrío de horror... Y Hans Castorp no llevaba siete abrigos de piel, sino tan sólo un chaleco de lana que, en otras circunstancias, le había bastado, y que al menor rayo de sol incluso le había sobrado. Además, la ventisca le daba de lado y por la espalda, de manera que no tenía opción de darse la vuelta y recibirla en plena cara; y como tal reflexión se unía a su soberbia obstinación y al "¡Ahora verás!", el insensato seguía intentando avanzar entre los desangelados abetos a fin de llegar al otro lado de la montaña como se había propuesto.»

IV

«Vida o muerte, enfermedad o salud, espíritu y naturaleza... ¿Acaso son contrarios? Ésta es la cuestión. ¿Acaso son cuestiones de interés? No, no son cuestiones, como tampoco cuestionarse su nobleza es cuestionable. La excentricidad de la muerte forma parte de la vida misma; si no, la vida no sería vida; y en medio de ambas tenemos la condición del homo Dei, en medio de la razón y la excentricidad; del mismo modo que su Estado se encuentra entre la comunidad mística y el individualismo inconsistente. Eso es lo que veo desde mi columna. Desde eta condición, el hombre debe tratar consigo mismo de un modo refinado, galante y amablemente cortés, pues sólo él es noble las contradicciones no lo son. El hombre es dueño de las contradicciones, éstas existen gracias a él y, por consiguiente, es más noble que ellas. Más noble que la muerte, demasiado noble para ella: he ahí la libertad de su mente. Más noble que la vida, demasiado noble para ella: he ahí la piedad de su corazón. He compuesto un sueño poético sobre el hombre. Quiero acordarme. Quiero ser bueno. ¡No quiero conceder a la muerte ningún poder sobre mis pensamientos! Pues en eso consisten la bondad y la caridad, y en nada más. La muerte es  un gran poder. En su presencia, uno se descubre y camina sigilosamente, de puntillas. La muerte viste la golilla almidonada del pasado, y nosotros nos vestimos de negro riguroso en su honor. La razón se ve ridícula ante la muerte, pues no es nada más que virtud, mientras que la muerte es libertad, excentricidad, ausencia de forma y placer. Placer, dice mi sueño, no amor... La muerte y el amor no casan bien... es una mala asociación, una asociación de mal gusto, equivocada. El amor es lo único que hace frente a la muerte; sólo el amor, no la virtud, es más fuerte que ella. Sólo el amor, no la virtud, inspira buenos pensamientos. También la forma está hecha únicamente de amor y de bondad, la forma y la moral de una comunidad inteligente y amable, y de un bello Estado humano (a la vista del trasfondo de la escena sangrienta).

V

Bé, són fragments del capítol "Nieve" de La montaña mágica, de Mann, moment en que Castorp es perd entre els elements de la natura durant un breu lapse de temps, però el suficient perquè els pensaments el sacsegen amb violència igual que ho fa el vent huracanat armat amb els cristalls de neu, la humitat i el fred. Crec que és l'episodi que més em va afectar de tot el llibre.

I hui em venia al cap a Javalambre: la muntanya no m'ha permés assolir el cim. La natura riu de les prediccions i de la voluntat. Quan semblava que s'obria una finestra de bon temps, els elements han atacat amb força. No amb tanta força com la que s'enfronta Hans Castorp als Alps, però sí la suficient per sentir-me desarmat. He intentat avançar fins on he pogut: a uns tres quilòmetres del cim només veia blanc i no escoltava res llevat del vent, que em tirava a la cara la neu caiguda aquesta darrera nit. Ja no existia res més: he vist clar que calia tornar.

Els llibres mitjancen entre nosaltres i la realitat. Preconfiguren, formen, modelen, la manera en què acabem percebent-la. No només el paratge, la tempesta, el trob i la neu m'han recordat el passatge de Mann, sinó que el que he sentit i vist ho he sentit i vist gràcies a què vaig llegir aquell llibre.

VI

És curiós que, en tornar a València, he escoltat a la ràdio que havien trobat el derelicte de l'Endurance, el vaixell en què l'expedició comandada per Shackleton va intentar arribar al pol sud. Va naufragar.

I m'ha vingut al cap que una tarda d'estiu, l'avi J. em va oferir un llibre més aviat antic, tot assegurant-me que m'agradaria. Narrava les expedicions que a finals del XIX i principis del meu segle havien intentat assolir tant el pol nord com el sud. Recorde que el vaig devorar en poques hores... I segurament va deixar també la seva petjada: per què, si no, faig coses com intentar assolir un cim assotat pel torb?

Aquell va ser el primer llibre que em vaig emportar quan l'àvia C. em va dir que tenia via lliure per agafar els llibres que volgués de la biblioteca de l'avi.

VII

Javalambre: hi tornaré! Malgrat tot, hui n'estic satisfet: he fet un bon "reset"!


Cascada dels Banys

Riu Arcos






Certament, anava més preparat que Castorp




Admirable

De tant en tant, se'n sentia algun!








Moment de tornar enrere...






Baix dels meus peus naixia el riu Arcos


Curiós: a la vall fotia un temps esplèndid... La tempesta
i el torb només existien als cims!